Hacíamos realidades de mentiras, alimentábamos vida de solo sueños sin censura.
Hacíamos que destruir el mundo fuese fácil, que quemar corazones delante de mentes rotas fuese divertido.
Hacíamos que alegría y muerte estuviesen unidas, se comentaban.
Yo era la oscura y ella la fantástica, yo era la optimista y ella la suicida.
Éramos como dos gotas de agua, simétricamente perfectas, unidas y creadas por minuciosos deseos y grandes expectativas.
Éramos lágrimas que nunca se deshacen en agua, distintas y siempre siniestras en nuestras historias, surrealistas y caprichosas a la hora de realizarnos como personas.
Éramos y solo éramos, pues la traición la llevaba en vena y aún no tengo cuenta de si mi oscuridad fue a ella para matarla.
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