Iba sentada procurando no informar al resto de que algo pasaba, algo atentaba contra ella desde lo más profundo de su alma. Corazón roto que duele a cada paso, cada movimiento peor que el anterior. Con cada mirada intentaba evadir el dolor, con cada sonrisa del resto ella moría, muy lentamente, gritando dentro de un silencio deshecho de tanto gritos ya ingeridos.
¿Qué estaba pasando? No, no entendía por qué ella y no otro, el mundo se vengaba de sus angelicales pasos por la vida, de cada momento bueno, y lo convertía todo en angustia, desesperación, tristeza, dolor.
Un dolor que la deshacía por dentro, la rompía y ella, desolada por la rutina, no hacía más que llorar con cada suspiro lágrimas que solo ven los que una vez fueron víctimas del traicionero mundo.
Al final, solo le quedaba la esperanza de creer en un nuevo destino, algo que la llevaría, al fin, lejos del dolor de ser lo que era: un alma vendida al diablo, una oveja negra, un extraño ser.
lunes, 7 de octubre de 2013
La chica del sentido de fe.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario